Un atleta británico eleva su GoPro para repasar la arquitectura de la ciudad, una compatriota suya se retrata entre zancadas junto a un grupo de locales y podría ser una carrera internacional más, pero en las calles militares ocultan todo aquello que debe ocultarse y en el estadio 150.000 personas proclaman que la llegada a meta sólo emociona porque allí espera el líder, Kim Jong-un.
En la festividad más importante del país, el Día del Sol, que conmemora el nacimiento de Kim Il-sung, el maratón de Pyongyang sirve cada año para que el régimen que gobierna Corea del Norte pinte un trampantojo de libertad: desde hace dos años, los corredores extranjeros son bienvenidos y durante la carrera pueden actuar sin excesiva supervisión, sólo supeditados por la rectitud del recorrido.
En la última edición, de hecho, el pasado 10 de abril, hasta 1.000 foráneos corrieron allí después de abonar una buena suma (entre 1.000 y 2.500 euros) y comprometerse a llevar un corte de pelo «sobrio» y una indumentaria sin proclamas. Un estupendo anuncio publicitario que siempre encuentra extensión en la competición de élite.
«Unas trampas tan denunciables como el dopaje»
Aunque desde la victoria del desconocido keniano Nelson Ndereva en 2000 la mayoría de vencedores han llegado de fuera, varios atletas del país batallan cada año por el triunfo y consiguen marcas destacables que les concede plaza en las competiciones más importantes. En los pasados Juegos de Londres, por ejemplo, mientras algunos compatriotas lograban medallas en halterofilia (son grandes dominadores de los pesos pequeños), judo y lucha, dos coreanos, Pak Song-Chol y Kim Kwang-Hyok corrían juntos el maratón para acabar 52º y 53º con un tiempo (2:20:20) discreto. Este agosto, en los Juegos de Río, tres representantes optaban a una actuación parecida, pero la reclamación de un representante sudafricano, Dewald Steyn, les complicará, seguro, las cosas.La Federación Internacional (IAAF) aún no se ha pronunciado, pero sería de esperar que, después de leer su artículo en la página web estadounidense Race Results Weekly, se decida a hacerlo. Según el agente, que llevaba 12 años trabajando con la organización del maratón y que había desplazado a Pyongyang «al 60% de los profesionales extranjeros que allí corrieron», lo ocurrido en la última edición fue «tan denunciable como el dopaje».
«Acabaron por delante de mis atletas sin adelantarlos»
En sus palabras, tanto la victoria del local Chol Pak (2:14:11) sobre el etíope Ketema Bekele (2:14:31) como la mínima olímpica de Hyon-Ho Ra (2:15:45) y Kwang-Bom Ri (2:16:25) se basaron en trampas. Por partes. «El vencedor de la carrera no puede considerarse tal», explica, por ejemplo Steyn, antes de su primera narración: «Bekele llegó al estadio con 50 metros de ventaja sobre Pak, pero el coche que marcaba el camino le condujo hacia la izquierda mientras su rival entraba de frente al recinto para regocijo del público. Le quitaron el triunfo».
«Aunque lo peor fue el otro engaño«, continúa y explica que contaba con dos puntos de seguimiento: en el primero, sobre el kilómetro 30, estaba él; en el segundo, sobre el 35, estaba su hijo. «En ese instante, los coreanos Hyon-Ho Ra y Kwang-Bom Ri estaban séptimo y octavo con bastante desventaja sobre dos atletas de Zimbabwe y uno de Zambia, pero en la meta acabaron por delante de ellos. Los tres africanos me aseguraron que no fueron adelantados», escribe el representante, que presentó una queja formal y recibió respuesta tres semanas antes: «Aseguraron que habían sufrido un problema con el sistema de chips electrónicos y otorgaron a mis atletas el mismo tiempo, 2:17 [precisamente la mínima olímpica]».
«En Corea me veían como un amigo y es posible que nunca vuelvan a contratar a mis atletas, pero esto es inaceptable, sus atletas nunca corrieron la carrera completa, nunca lograron la clasificación para los Juegos», finaliza Steyn en un alegato encendido, confiado en una debida sanción.
FUENTE: Javier Sánchez, El Mundo
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