Editoriales

Editorial #1: «No somos un ejemplo» *

«Ahí va Lucio otra vez…»

Lo dije de manera casi inaudible, fue un pensamiento en voz alta mientras lo veía pasar como cada tarde.

Lucio era un «señor grande» que vivía en la otra cuadra. Era «grande» porque yo tenía 8 o 9 años, pero estimo que en ese momento, Lucio tendría poco más de 20.

Era flaco y desgarbado, de baja estatura, no llegaba al metro setenta. Pelo algo largo y siempre con barba. Siempre corriendo.

Lo veía pasar cada día por la playa, frente a mi casa, solo. Hoy hubiese pasado desapercibido, pero a fines de los 80, Lucio era «raro». Claro…qué es eso de andar corriendo?… y en una ciudad lejana y pequeña?.. qué tipo raro!

No había viento arenoso del oeste ni marejada invernal que pareciera perturbarlo.

Cada tarde, después de las 6, el chico repetía:

«Ahí va Lucio otra vez…»

Más de una vez he oído, porque me lo dijeron a mí o se lo han dicho a alguien a mi lado.

«Que bueno que corras!, sos un ejemplo!»

La frase, cliché de tías y abuelas, de esas que te agarraban los cachetes de chico, retumba siempre en los oídos de un corredor. Siempre alguien la dirá en algún momento, para acariciar el alma o para inflar el ego, depende cómo uno se lo tome.

Pero… somos un «ejemplo» los que corremos?

Debemos tomarlo en serio?. O quizá resignificar el halago?

Una de las imágenes que más me emociona en una maratón, es ver a los hombres y mujeres alzar a sus hijos, metros antes de la llegada y atravesar la meta junto a ellos.

Muchos lo hacen por ellos, porque necesitan abrazar a lo que más aman en un momento tan especial.

Sienten que se están regalando un instante maravilloso, pero en el fuego de la vorágine emotiva, tal vez no se den cuenta de que el verdadero regalo se lo están llevando los hijos, aún cuando tampoco ellos se den cuenta.

Y cómo es eso?.

Como esa frase que leí en el camino de mi primera maratón. Un chiquito sosteniendo un cartel en el kilómetro 28 que decía: «Lo que hagas en vida redundará en la eternidad». Simplemente y sin explicación, lloré. Sin entenderlo Eso no se explica; brota.

Y qué gran verdad. Pensar en que cada paso que damos corriendo, es más que un simple paso. Que cada elogio no sirve de nada si queda en el ego, y no usamos nuestras virtudes para dar al otro. Qué virtudes puede tener un corredor de fondo?, la paciencia, la constancia, la disciplina, la templanza, el coraje.

Pero todo eso no sirve si es solo para nosotros. Es para ellos, que vienen detrás. Es importante dejar un mensaje, y no tanto en palabras, si no más bien en hechos.

Saber que la identificación que los chicos tienen con sus padres o con otros mayores, es muy fuerte, que las imágenes de nuestra infancia, sean buenas o malas vuelven, como volvía cada tarde Lucio a correr por la playa. Como sigue haciéndolo en mi cabeza tantos años después.

Entonces, quiero decir que no somos un ejemplo. Somos un modelo, que es distinto.

Ni el mejor ni el peor. Pero somos y hacemos de nuestras vidas eso por lo cuál algún día preguntarán nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos. O acaso no preguntaste alguna vez por tus abuelos?

Hagamos de correr algo más que un culto al ego. Corramos con honestidad y alegría. Sin trampas, sin peleas. Pensemos que probablemente, podamos estar motivando a alguien que nos ve pasar corriendo cada día. Los hijos están ahí, y nos miran.

Gracias Lucio. Mi papá no corría, pero sin darte cuenta, tu constancia me ayudó a ser maratonista, y hoy te estás enterando. Nunca pares, ahí vas otra vez.

* Redactado y publicado originalmente en Revista O2, edición argentina Nº2. Mayo 2014.

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Acerca del autor

LuchoRunner

Maratonista. Periodista. Locutor Nacional de Radio y TV (ISER Capital Federal).
Productor creativo de radio y TV (ETER, Escuela Terciaria de Enseñanza Radiofónica).
Conductor de @LocosXCorrerOK RADIO.
Director de contenidos de LocosPorCorrer.com

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