Llegó en el puesto 37 de 44, pero se convirtió en la imagen más recordada. Su llegada en la maratón olímpica de Los Angeles 1984 quedó como imagen símbolo del olimpismo y de la dureza de la maratón. Así fue la carrera de Gabriela Andersen-Schiess.
La maratón es la prueba central del programa olímpico desde 1896. Sin embargo, tuvieron que pasar casi 90 años para que las mujeres tengan participación en los 42,195 kilómetros.
Esa primera maratón femenina, el 5 de agosto de 1984, en la ciudad de Los Angeles, estuvo repleta de grandes corredoras. La prueba fue ganada por la entonces plusmarquista Joan Benoit, quien corrió en 2:24:52. Segunda fue la legendaria Grete Waitz, tercera la portuguesa Rosa Mota (futura campeona olímpica 4 años después). En el cuarto puesto llegó la noruega Ingrid Kristiansen, múltiple recordista mundial en diferentes distancias.
Entre las corredoras estaba la suiza Gabriela Andersen-Schiess, por entonces de 39 años. Acostumbrada a climas más frescos, fue sorprendida por la humedad y el calor de Los Angeles, con temperaturas que rondaban los 32 grados. La suiza pasó por alto varios puestos de hidratación y comenzó a caminar en los tramos finales, hasta que hizo una entrada al estadio olímpico que no pudo ser más dramática: tambaleándose, a punto de perder el conocimiento, se acercó con pasos dificultosos a la meta, luchando más contra la falta de equilibrio que contra la distancia. «Si hubiese sido otra maratón probablemente habría parado«, declaró tiempo después. «Sabía que si paraba o me sentaba sería el fin», dijo.
En el momento exacto en que cruzó la meta, la suiza fue atendida por personal médico. A las pocas horas ya se encontraba recuperada y el momento no le trajo mayores consecuencias. Su imagen en los metros finales de esa maratón de Los Angeles, sin embargo, quedó para siempre en la historia olímpica.
Así fue el histórico momento
Comenta primero!