El 6 de Noviembre de 1994 comenzó la verdadera gran historia para el atleta mexicano Germán Silva.
Viajó a New York, la gran manzana, la «capital del mundo» a correr la más célebre maratón. Todavía recuerda cuando dos días antes de la competencia salió a trotar «un poco» en el Central Park, sin conocerlo. «Esa fue mi primer extravío en New York», relata el mexicano, que al no encontrar retorno, terminó corriendo durante 2 horas hasta que pudo retomar el camino original. Con esa primera anécdota a sus espaldas, largó corriendo los 42 kilómetros a lo largo de los 5 distritos de la ciudad.
Lideró hasta el kilómetro 40 junto a su compatriota Benjamín Paredes; iban ambos en una mañana lluviosa y húmeda, absolutamente concentrados. Pero Silva, que tenía la mirada fija en un vehículo que iba adelante de él filmando, erró de camino al seguirlo en un desvío y se metió en una curva, mientras Paredes seguía derecho, por el camino correcto.
Cuando Germán Silva se dio cuenta del error, frenó bruscamente y volvió hacia atrás. Esto hizo que quedara segundo varios metros relegado. Pero…
A partir de ese momento, se suscita lo que aún se considera como uno de los momentos más emotivos e inolvidables de la historia de esa maratón, y es por eso que en el año 2010 la organización le otorgó el «Abebe Bikila Award» debido al desenlace que aquella situación tuvo.
Según cuenta Germán Silva, corrió el último kilómetro de la maratón, en un parcial aproximado a los 2 minutos 40 segundos.
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