«Mejor ser el último limpio, que el primer tramposo». Con este slogan empezó «La maratona alla Filippide» de Ragusa (Italia) que tiene como objetivo recuperar la pureza del deporte. En la prueba hay desniveles ni cambio de terreno, aquí no importa el tiempo. Está prohibido llevar relojes, pulsómetros, teléfonos móviles, GPS y cualquier otro invento tecnológico. Eso reza el reglamento, pero nadie supuso que había que aclarar que en una carrera en contra del doping, había que exigir correr «limpio». Conocé esta insólita historia.
Los avituallamientos se colocan al azar, no cada cinco kilómetros, y proveen de agua, fruta, pan, miel, queso y sal. No se permite tomar tabletas, geles u otros tipos de suplementos. Las clasificaciones no tienen categorías de edad y los premios son para todos los mismos: una corona de olivo, un diploma y una medalla. Al mismo tiempo, se celebra una prueba ciclística con las mismas bases.
Y con este comunicado acabó: «El pasado domingo la Fiscalía de Ragusa imputó a 34 atletas y ciclistas de entre 35 y 50 años sospechosos de haber cometido un delito contra la salud pública. Al finalizar la octava edición de la «Maratona alla Filippide» de Ragusa en la que tomaron la salida 135 participantes, la Policía Nacional detuvo a un hombre acusado de venta de sustancias, a una enfermera que supuestamente ejercía de proveedora y labró expedientes a numerosos deportistas (19 locales, 9 de Siracusa, 5 de Catania y uno de Reggio de Calabria), registrando sus mochilas y vehículos. En ese proceso, descubrió medicamentos sin receta utilizados habitualmente para tratar el cáncer, entre otras ustancias que habrían sido usadas para aumentar el rendimiento deportivo en competencia. La investigación continúa abierta y no se descartan nuevas acciones».
Entre ambos textos, un evento que nació con la mejor de las intenciones y que acabará muriendo por ambiciones inexplicables. Meses y meses de pesquisas policiales rebuscando entre llamadas telefónicas y mensajes de Facebook. Un vendedor que cambiaba de «oficio» según su interlocutor: podía hablar de «colocar el parquet», de «cambiar las tuberías», de «arreglar el coche»o de «traer cajas de cigarrillos».
Un caso insólito donde lamentablemente, también deportistas amateur caen en la «tentación» de hacer trampa. Allá ellos.
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