Como era de esperarse, la decisión de la Asociación Internacional de Federaciones Atléticas (IAAF) de vetar la participación del atletismo ruso en los Juegos Olímpicos de Rio, no quedó sin reclamos. El presidente ruso, Vladimir Putin, aún ve una posibilidad. “La exclusión no es justa”, dijo, y anunció reuniones con la Agencia Mundial Antidopaje y el Comité Olímpico Internacional.
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La Federación de Atletismo de Rusia se encuentra suspendida de competencias internacionales desde noviembre pasado debido a reiterados casos de doping positivo en sus atletas. Las consecuencias de extender la sanción a los Juegos Olímpicos trae consecuencias serias, sólo comparables a las del boicot a los Juegos Olímpicos de Los Angeles de 1984, en los años finales de la Guerra Fría. En los pasados Juegos de Londres 2012, Rusia consiguió un total de 17 medallas en atletismo (5 de bronce, 4 de plata y 7 de oro). Su ausencia en Rio se va a notar sensiblemente.
La sanción busca ser ejemplificadora y reflejar la política de tolerancia cero al doping por parte de la IAAF. Su presidente, el ex atleta Sebastian Coe, asumió el cargo el año pasado con la lucha contra el dopaje como eje central. En Rusia la visión del caso es diferente. El ministro de deportes ruso, Vitali Mutko, escribió una carta abierta a Coe indicando que su Federación hizo todo lo posible para facilitar las investigaciones y pidió que se reconsidere la situación. La Asociación Mundial Antidopaje, sin embargo, no encontró mayores fundamentos en el pedido del ministro, por lo que difícilmente cambie el dictamen.
Las protestas a la sanción generó protestas entre los propios atletas. La garrochista Yelena Isinbayeva, gran estrella del atletismo ruso, mostró su fastidio: “Esto va contra los derechos humanos. No me voy a callar; voy a luchar”. La saltadora elevará una queja a la Corte Europea de Derechos Humanos. “Lo veo como una discriminación a nuestro país, por ser rusos”, dijo Isinbayeva, dos veces campeona olímpica.
A menos de dos meses para los Juegos Olímpicos, Rusia no baja los brazos.
FUENTE: Der Spiegel
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