Una imágen que motiva y podría poner la piel de gallina a cualquier persona, fue protagonizada por un corredor paralímpico de 15 años en el Circuito Paralímpico de San Pablo, Brasil. En la carrera de 100 metros llanos, Gabriel Neris, vio cómo se le soltaba su pierna ortopédica y cayó al suelo de espaldas. Y si bien recién había corrido 15 metros, decidió recoger la prótesis, y con ésta en la mano, terminó al prueba saltando con el otro pie. Conocé la historia.
Apenas había empezado y el desafortunado momento podría haberlo detenido, pero Gabriel siguió, aún sabiendo que faltaban 85 metros para la meta, lo que generó una verdadera ovación en las tribunas.
«Cuando estaba en el piso, sentí que tenía que terminar la prueba, si no, no sería un vendcedor. Sentí emoción, fue mejor que haber ganado la prueba», declaró Gabriel después.
El atleta ya había obtenido medallas en salto en alto y salto en largo, pero el premio mayor fue la ovación de los asistentes que observaron la secuencia en el estadio Ibirapuera siguiendo las instancias del Circuito de San Pablo «Caixas Loterias».
Los otro cuatro competidores esperaron a Gabriel en la llegada para felicitarlo, y recién después de los abrazos, se puso nuevamente la prótesis; «Me emocioné mucho, no pensé que me fueran a aplaudir», señaló el chico, que no dimensionaba el ejemplo motivador que había dado.
VIDEO: Gabriel en la pista y logrando sus dos medallas en salto en largo y en alto.
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El joven atleta practica deportes, estudia, anda en bicicleta y viaja en colectivo todos los días, en la pequeña ciudad de Bady Bassit (Estado de São Paulo) ciudad de 16.000 habitantes y distante a 454 kilómetros de la ciudad capital.
Para entrenar viaja todos los días 18 kilómetros para llegar a São Jose do Rio Preto, lugar donde se emplaza el Centro de Entrenamiento integrado de El Dorado. Según el relato de su madre, no es fácil para su hijo; las prótesis son caras y sustituirlas es fundamental para quienes como Gabriel, están en etapa de crecimiento físico; ya tuvo que estar más de una vez en una sola pierna, porque la ortopédica terminaba quedando más corta que la otra.
Su madre, Claudia, era empleada doméstica hasta que tuvo a su bebe, que nació sin fémur ni rótula en la rodilla. Durante dos años recurrió a todos los médicos posibles hasta que el diagnóstico fue contundente; debían amputarle la pierna derecha; «el día que el médico me lo dijo, no quería oir nada más, tenía muchas ganas de llorar».
Y otra vez el deporte integró.
Ya entrando a la adolescencia, su fisioterapeuta le recomendó hacer alguna actividad paralímpica, y fue así que llegó al centro de entrenamiento, donde, asegura, se sintió muy cómodo al conocer a muchas personas de similar edad y con dificultades parecidas, entrenando y viajando a competencias.
La imágen de Gabriel, corriendo hasta el final sin su pierna ortopédica, fue motivo de orgullo para sus seres queridos y de emoción para todos los presentes. «Me gustaría poder jugar al fútbol regular y gracias a Octavian Paul, mi entrenador, empecé a motivarme para comenzar en pista de atletismo – dijo Gabriel que admira, según cuenta, a Usain Bolt.
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